Teniendo en cuenta que el aire que se comprime -tanto en alta como en baja presión- habitualmente es tomado de la atmosfera en condiciones ambientales sin determinar y que el estado físico de una sustancia cambia al aplicar o retirar energía térmica, es muy conveniente llevar a cabo un tratamiento previo al uso del aire comprimido, antes de su utilización o aplicación.
Considerando lo anteriormente expuesto, el compresor comprimirá el aire en la calidad que lo reciba del ambiente donde se encuentre ubicado y lo aportará en condiciones no determinadas, según el sistema de compresión; por principio físico aportará agua, fruto de la condensación, así como aceite si el sistema utilizado para comprimirlo, pistón, tornillo, etc., utiliza el mismo.
De todas formas, hoy en día existen equipos capaces de convertir en respirable o medicinal cualquier aire, utilizando los equipos adecuados para su tratamiento y según el fin a que vaya a ser destinado. Para ello, lo primero deberá analizarse el aire que entrega el compresor y conociendo sus características y su aplicación final, se determinaran los elementos adecuados a intercalar en la instalación, tales como purgadores, secadores, filtros, decantadores, separadores de masa térmica y un largo etc., que completa cualquier necesidad.
No es lo mismo obtener aire para pintura o accionamiento de herramienta neumática, aire para respirar, o para usos alimentarios o médicos. Existen normas UNE, que determina la calidad del aire según su aplicación, y en el caso alimentario o médico, la Farmacopea Europea, regula y exige la calidad del aire a utilizar.